26 nov 2008

Ermitaña


Desde todos los flancos me llueven enhorabuenas por mi reciente inserción laboral (temporal, no se asusten) y más en un sector no gravemente afectado por la crisis (juro que he intentado no escribir esta palabra en el blog), sino catastrófico siempre. No sólo por bajos presupuestos sino atacado por entrometidos políticos y metomentodos varios, que por desgracia están en todas partes. Parece entonces que tengo que estar contenta por mí y es verdad , lo estoy. Pero a veces me revelo o me asusto, me revuelvo o no me conformo.
Generación hecha de pedazos de los triunfos y las pérdidas de la persecución de las libertades y en medio de un escenario lleno de insignificancias engrandecidas y de algo peor: viceversa; al servicio de la obtención de nuestro convencimiento en esas libertades alcanzadas. Junto con la sobreutilización y banalización de conceptos que en la nostalgia, por mucho que se esfuercen, suenan mejor.
Si me paro, no sigo; pero nunca se consigue parar del todo, y la interminable burocracia no ayuda, como tampoco ayuda el perfecto engranaje para convencernos de que continuar es lo mejor, de que si no lo hago yo, lo hará otro, y me quedaré atrás. ¿Por qué alquilar, si por el mismo dinero en unos años será tuyo? ¿Por qué no ser funcionario, si casi no trabajan y no te pueden echar? Al final, el terror es el que manda y no nuestra razón, que ya se encargan de construírnosla y luego dárnosla, para que nos sintamos mejor.
Me felicitan, y yo sigo.
Nos prepararon el terreno, por lo tanto somos la generación de la duda.

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